Old Course Hotel Golf Resort and Spa

Cabe la posibilidad de que el Old Course Hotel solo despierte el interés de los jugadores de golf; tal vez algunos se sientan atraídos por las colinas de Fife, pero la mayoría viene aquí a conocer la cuna del juego. Porque el Old Course no es únicamente un antiguo campo de juego, sino el campo original, St. Andrews, y el Old Course Hotel está tan cerca que, para ser exactos, queda en el mismo decimoséptimo hoyo.

Jugar en el antiguo campo es, desde luego, una cuestión completamente diferente, y la estancia en el Old Course Hotel no garantiza de modo alguno esa posibilidad: para eso es necesario recurrir a los canales habituales, sean los que sean. St. Andrews, sin embargo, no anda escaso de oportunidades de ejercitar ese deporte: alberga otros seis campos de golf, incluido el del propio del hotel, el Duke’s Course (sí, es un poco confuso, ya lo sabemos), en el que los huéspedes del hotel tienen garantizadas salidas al campo.

Juegues donde juegues, es difícil encontrar un hotel mejor que el Old Course. Aunque es un edificio relativamente nuevo (su construcción se remonta a los años 60, solo unos 500 años menos que el antiguo campo), está construido de forma que se confunde con los edificios clásicos de la costa de St. Andrews. El interior es más moderno, donde un conservador lobby de mármol da paso a unas espaciosas y cómodas habitaciones en un comedido estilo contemporáneo (la tentación, aquí afortunadamente evitada, habría sido hacer uso libérrimo del tartán, dejando a los huéspedes demasiado mareados como para blandir un palo de golf).

Las «viudas del golf» y otros objetores concienzudos pueden disfrutar de un complejo de spa casi palaciego, con una impresionante piscina interior y un gimnasio, además del complemento habitual de tratamientos corporales. Y al final del día, tanto quienes aman el golf como quienes lo detestan pueden reunirse en cualquiera de los tres restaurantes, para cenar con vistas al antiguo campo.