Gravetye Manor

Gravetye Manor se encuentra a sólo una hora de distancia de la ciudad y, sorprendentemente, a menos de 20 kilómetros del aeropuerto de Gatwick; pero lo cierto es que al visitarlo uno siente que se encuentra en un lugar mucho más remoto, gracias a la bucólica tranquilidad que se respira en el ambiente, lejos del ajetreo de la cosmopolita y bulliciosa urbe londinense. En este hotel, uno tiene la sensación de que las cadenas de hoteles nunca han existido, ni tampoco las paredes blancas. En esta hermosa casa de campo, lo que encontramos es madera de roble y encanto rústico a raudales.
Se trata de un lugar que parece remoto no sólo en términos de distancia, sino también de historia. Los orígenes de la casa se remontan a 1598 y todo en ella es una prolongación del modo de vida isabelino: empezando por la decoración, que ha sido meticulosamente conservada (y, en el anexo construido recientemente, la lograda réplica del estilo original).
El Gravetye es un hotel pequeño, con sólo dieciséis habitaciones, que reúne todo lo que podría esperarse de los mejores hoteles rústicos: en él, los huéspedes sentirán que han sido invitados a una fabulosa hacienda. El servicio es eficaz, siempre amable y nunca estirado: todos, desde el portero hasta el propietario, Peter Herbert, son afables y serviciales.
Contar con un servicio tan amable es algo enormemente positivo, pues es muy probable que los vea con frecuencia, al igual que al resto de los huéspedes. Gravetye Manor es un retiro, un refugio, en definitiva, el lugar ideal para hacer una escapada; como tal, apenas ofrece entretenimiento. Si siente la necesidad de flirtear en el bar del hotel, Londres tiene decenas de hoteles más adecuados para este tipo de diversión. Pero si lo que quiere es pasar una tarde tranquila, paseando por uno de los jardines más hermosos de Inglaterra (cortesía del paisajista de renombre William Robinson, uno de los antiguos propietarios de la mansión) entonces Gravetye Manor es el lugar que está buscando.