He aquí un restaurante singular, arriesgado y realmente único que ha recuperado el pulso buscando tanto la excelencia técnica como, sobre todo, el asombro del comensal.
La discreta fachada esconde un interior de fantasía donde la originalidad se alía con el diseño más radical para sorprendernos, pues los llamativos techos parecen estar suspendidos y, en conjunto, recuerda el interior de... ¡una futurista cámara frigorífica! El chef al frente, Albert Adrià, apuesta nuevamente por un único menú degustación de unos 25 pases (cambian cada mes) en el que despliega todo su saber, con muchas de sus visuales elaboraciones terminadas ante los ojos del cliente para que este sea consciente de las innumerables técnicas, algunas casi mágicas, que son capaces de utilizar. Siempre trabajan en base al mejor producto de temporada y organizan la experiencia en torno a diversos apartados: Efímeros, Tapas, Secuencias y Postres. ¡Reserve con tiempo!